No es ningún secreto que Valentino Rossi lleva años pensando en cómo será su futuro al otro lado del muro. Como dijo Ángel Nieto, la casa de Rossi es el paddock, y no se irá nunca. A estas alturas ya nadie duda de que, cuando cuelgue el casco, seguirá vinculado al mundo de las dos ruedas con la misma motivación que le ha acompañado desde siempre.
Su exitosa firma de merchandising fue sólo el preludio de su faceta empresarial. Sin embargo, desde hace unos años a Rossi también le mueve su preocupación por el dominio exhibido por España en el Mundial. La ausencia de relevos de garantías para el motociclismo italiano le llevó a tomar una decisión: él mismo se encargaría personalmente de asegurar el futuro de los suyos.
Su marcha a Ducati ya tuvo altas dosis de patriotismo: difícilmente se hubiera embarcado en un proyecto tan arriesgado si no hubiera tenido el componente romántico de ser un piloto italiano sobre una firma italiana. Aquella unión se tornó en fiasco, pero fue buena muestra del amor de Rossi por su país. El mismo amor que le ha llevado a cargar sobre su espalda el futuro de las dos ruedas en Italia.
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